Leyendo a través

Auscultando el papel

Aparecen suavemente unos símbolos

Que dan cota a palabras pacíficas

Usadas en un indeterminado idioma.

Se representan planos generales

Atravesados por cauces inquietos

Que enlazan gradualmente

Un documento impreciso.

Al primer instante de luz

La lectura suena a instrumento

Desafinado. Los modelos de sustitución

No tienen relación con ningún aspecto real.

Pero poco a poco, estos elementos van

Constituyéndose en artísticos

Revelando perfectamente un conjunto

Turgente y apasionado a los sentidos.

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lunes, 20 de diciembre de 2010

El eterno problema


Pensamos que la desmoralización general que vivimos hoy, es propia del frenético modo de vida que llevamos en las últimas décadas. Sin embargo, este problema viene existiendo desde la remota antigüedad. Hesíodo, poeta griego del 700 a. de C. en su obra La Teogonía describió de esta forma las tribulaciones generacionales de la sociedad de su época:
“¡Ojalá hubiese muerto o nacido más tarde! Pues la actual familia humana es de hierro. En su miseria, estos hombres de hoy no reposan ni de día ni de noche, acosados por angustias y penalidades (…) su plaga mayor son ellos mismos. El padre no respeta al hijo, ni el hijo al padre; el huésped odia al amigo que le cobija, el compañero al compañero, y tampoco, como antaño, reina entre hermanos el amor cordial y sincero. Incluso se niega la veneración a las canas de los padres, quienes se ven obligados a escuchar dicterios afrentosos y a soportar malos tratos. ¡Oh, hombres crueles! ¿No pensáis en la justicia de los dioses, pues os negáis a tributar a vuestros ancianos progenitores la gratitud que les debéis por sus cuidados? Por doquier impera sólo el derecho del más fuerte y no se piensa sino en devastarse mutuamente las ciudades. No es respetado el que proclama la verdad, el justo y virtuoso, sino que se honra únicamente al malhechor, al despreciable criminal.
El derecho y la moderación no cuentan ya; el malo puede herir al noble, pronunciar palabras engañosas y falaces, jurar en falso. Por eso son estas humanas criaturas tan desgraciadas. La envidia maliciosa e irascible les persigue y atormenta (…). Los tristes mortales se han quedado solos con sus miserias, para las que no pueden esperar remedio alguno

domingo, 19 de diciembre de 2010

"... Y le puso por nombre Jesús" (Lc 2,7.21).


  El nombre dado a una persona era de importancia vital en la antigüedad, venía a ser algo  así como su esencia, “su yo”; allí donde estaba el nombre estaba la persona (Dt 12, 5). Lo que no tuviera nombre simplemente no existía (Ecl 6, 10).
 Un hombre “sin nombre” era insignificante (Job 30, 8). El nombre implicaba, además, la misión encomendada a una persona y, si este no se correspondía con la misión, “otro nombre” le era impuesto.
 En este contexto cultural el nombre “Jesús”, en palabras de San Bernardo, no lleva un nombre vacío o inadecuado. El nombre anunciado por el ángel expresaba la misión salvífica que el Hijo de Dios hecho hombre debería realizar y señalaba su cometido: “…le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará al pueblo de sus pecados” (Mt 1,21).
“Jesús” es la forma latinizada del griego “Iesous”, término con el que Cristo es identificado en el Nuevo Testamento, significa: “Yahveh salva". Cristo es el “título” con el cual Jesús se menciona mil 514 veces en el Nuevo Testamento. La palabra “Cristo”, es el equivalente griego de la palabra hebrea “Mesías”, que significa “Ungido”. En la Ley antigua, a los sacerdotes y reyes se les llamaba cristos a causa de la crismación. Por esta unción a Cristo en persona y a los que participan de la misma gracia espiritual, se les llama 'cristianos'.
 Con el nombre “Jesucristo” se identifica, pues, a Aquel que hilvana la Antigua y la Nueva Alianza. El que fue prometido y esperado como Mesías, como Cristo, como “El Ungido”, consuma la obra de la redención como Jesús, como "El Salvador".
 En nombre de este “Nombre que está sobre todo nombre”, se acoge (Mt 18, 5), se hacen milagros (Mt 7, 22), se ora (Jn 14,13), se envía (Jn 14, 26)…, invocando este nombre los cristianos son incorporados por el bautismo a la Iglesia, “cuerpo de Cristo”, comunidad de “ungidos”, y quedan insertados en Aquel cuyo nombre es Santo, Uno en esencia y Trino en personas.
 Por el hecho de ser el Salvador, Cristo puede salvarnos de nuestros pecados; por el hecho de ser sacerdote, nos puede reconciliar con Dios Padre; por el hecho de ser rey, se digna darnos el Reino eterno de su Padre.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Canon en Re mayor de Johann Pachelbel, con instrumentos originales



 Johann Christoph Pachelbel (1563-1706) es el principal colaborador en la música instrumental del Barroco. El Canon y Giga en Re mayor para tres violines y bajo continuo es su obra más conocida. Presenta un complicado entrelazamiento de contrapunto, en el que van entrando sucesivamente las notas, repitiendo o imitando cada una a la que le antecede, a lo largo de toda la composición. Su complejidad aumenta hacia la parte central de la pieza cuando las variaciones se van haciendo más enrevesadas. Después, la pieza vuelve gradualmente a una estructura menos compleja. Está basada, tanto armónica como estructuralmente, sobre un patrón rítmico que se repite 28 veces. Su aportación al coral para órgano y al magnificat fue decisiva para el ulterior desarrollo de la concordancia de voces contrapuestas en manos de J. S. Bach.
Por encima de la música: el Canon de Pachelbel.
(Video interpretado por: San Francisco Early Music Ensemble Voices of Music)

viernes, 17 de diciembre de 2010

Una escalera a la Eternidad

Yo nunca me había atrevido a abrir aquella puerta
que, según decía la leyenda, conducía a la eternidad. Pero
aquel día,
impulsada por una curiosidad irresistible
que nunca había experimentado en mi vida,
me atreví a abrirla y entré.

 Era un cuarto oscuro como de un metro cuadrado y tan 
sólo tenía unas escaleras estrechas que subían en espiral.
Comencé por subir un par de escalones para comprobar si
se veía el final y entonces la puerta se cerró detrás
de mi, con un golpe sordo, cuando bajé para abrirla de nuevo, ya no estaba allí
y todo quedó completamente a oscuras.
Volvía a subir por la escalera, no había barandilla,
Sólo subía y subía apoyando mis manos a ambos lados de la pared.
Estuve así durante un cuarto de hora y los escalones
No llegaban a ninguna parte.
Pensé que, quizás, no había subido lo suficiente
Y seguí avanzando más y más. Creo
Debieron pasar dos o tres horas. De vez en cuando paraba
para descansar sobre un escalón y, enseguida,
 reemprendía la marcha.

 Y seguí y seguí hasta que perdí la noción del tiempo.
Arrepentida de la escapada di media vuelta y comencé
A bajar alocadamente las escaleras
A tres y a cuatro,
Y entonces me di cuenta de que nunca volvería al primer escalón

 No tenía más remedio que seguir hacia arriba.

 Aquel lugar debía de tener algo mágico, pues a pesar
de que llevaba bastante tiempo vagando por allí,
no había sentido hambre, ni me daba sueño.
Eran Kilómetros y kilómetros de escalera, completamente a oscuras,
Que subían y subían sin parar. En una ocasión,
Me dí cuenta de que había perdido mis ropas y de que iba
Avanzando por allí en cueros.
Veía
Como sombras que subían y bajaban
A mi alrededor flotando
En la oscuridad impenetrable.
Y, en otra ocasión, ascendiendo por aquella espiral interminable,
Noté que mis cabellos habían crecido de tal manera que rozaban mis
Rodillas al subir. Así era la cantidad de tiempo
Que llevaba inescrutando aquel torbellino de tinieblas
Que no tenía fin.
 Iba subiendo las escaleras. Una tras otra…las uñas de los pies (las de las manos acostumbraba a mordérmelas)
Me habían crecido desmesuradamente
Y me impedían apoyar todo el pie en el escalón. No sé
Cuánto tiempo después ya no me molestaba esa cuestión:
Era como si se me hubiesen esfumado los pies.
 Recuerdo que al principio de iniciar aquella escalada
Solía canturrear de vex en cuando, mientras subía y subía…
Cuando miles de miles de escalera después
Intenté hacer lo mismo ya no emitía ningún sonido, o,
Eso es lo que pensé en un principio.
 Ás adelante comprendí que después de años deambulando
Por la Escalera de la Eternidad,
Me había quedado completamente sorda. Por consiguiente, deduje
Que debía de hacer bastantes años que también
Me hubiese quedado totalmente ciega.

 También debí perder toda mi dentadura por entero,
Mi cara estaba cadavérica y mi cuerpo esquelético y
No recordaba mi nombre.
Mi único anhelo de siempre fue avanzar por aquella
Sucesión infinita de escaleras
que no terminaban nunca.
 A veces pensaba que, tal vez, aquella escalinata
No era una línea espiral interminable,
Quizás llevaba años deambulando por un sendero escalonado
Donde el principio
Se juntaba con el final en una escalera cerrada.
¡Pero tenía que tener algún sentido!

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Renacer

 Cada Navidad celebramos la encarnación de Dios que se hace niño y que entra en la Historia. Mediante el bautismo, Dios entra dentro de nuestra propia Historia personal y se convierte en centro de la historia de nuestra vida.
 Si somos conscientes de esta realidad, tendremos cada día más clara la idea de que Dios es verdaderamente cercano. Cuando rezamos “Padre nuestro, que estás en el Cielo”,  el Cielo no es un lugar más allá de las estrellas, sino que es el centro de nuestro corazón, pues mediante el bautismo, Dios establece su morada y se queda a vivir en nosotros.
 Así desaparecen los términos incapacidad, soledad y todo lo que nos amenaza, cuando Dios nos ofrece todo lo suyo y asume lo nuestro. Un “admirable intercambio”, dicen los padres de la Iglesia: lo humano se convierte en divino y lo divino en humano.
 Cómo cambiaría nuestra vida si fuésemos conscientes de quién mora dentro de nosotros: concédenos, Señor, vivir cada día más conscientes de que Tú moras en nosotros por el Bautismo, nos has hecho hijos tuyos, miembros de tu Iglesia y tu gracia hermosea dentro de nosotros.

martes, 14 de diciembre de 2010

No errar el camino

 Con frecuencia, a diferencia del Evangelio, nosotros decimos que hay que pensar en grande y  relacionamos “lo más grande con lo mejor”. No es cierto que el mayor tamaño signifique lo mejor. Para Jesús muchas cosas cruciales se deciden en campos pequeños. La grandeza la hace nobleza del fin. Un mentiroso no es grande aunque pueda llegar muy alto en la política y en la economía o en las artes; pero quien dice la verdad es grande así se vista de harapos. Si bien es cierto que predican con una perseverancia que tantas veces nos falta a los cristianos. Dicen que el cardenal Richelieu hizo muchas cosas malas y muchas buenas. Las malas las hizo muy bien y las buenas las hizo muy mal. Estas situaciones ilustran las palabras del Señor “los hijos de las tinieblas son más hábiles que los hijos de la luz”.
 Nos hacen creer que estamos asistiendo a una revolución más rica en consecuencias para el modo de vivir de los hombres que el que tuvieron con la venida de Cristo. Y que el bienestar social y el progreso económico serán conquistados en el futuro. Pero olvidamos por completo que lo que más agrada a Dios es entregarnos a hacer el bien a nuestros semejantes en detrimento de nuestro enriquecimiento material y, por el contrario, en provecho de nuestro desarrollo como seres humanos. Nadie ante la muerte le encuentra uso a la riqueza.   Únicamente deberíamos pensar que el Señor algún día nos llamará para darnos su gracia y hacernos capaces de todo aquello que hoy no estamos seguros de poder hacer. Este es el auténtico cometido para el debemos prepararnos aquí en la tierra.

martes, 7 de diciembre de 2010

Creer siempre

 Lo que hagamos a un ser humano se lo hacemos al mismo Jesús: los que desprecian la vida, los que matan a los inocentes no nacidos, los que ignoran a las víctimas del terrorismo, quienes maltratan al hombre y se ríen de su dignidad…
El amor de Dios es infinito
en el cabe toda la humanidad
 Aunque parezca que el mundo no cuenta con Él, el Señor no deja de intervenir, aunque la sociedad parezca no tomarle en serio, Jesús sigue siendo poderoso y actúa en aquellos que tienen fe.
  El Señor sólo nos pide que tengamos fe, la misma fe que llevó a los primeros cristianos a transmitir el Evangelio hasta los confines del mundo. La misma que debemos seguir teniendo para evitar que el mundo se deshumanice, porque cada día nos estamos distorsionando más, y transformando la sociedad sin Cristo en una jungla donde impera la ley del más fuerte. Pero no debemos dejar de confiar en Él.
 En la parábola de la oveja perdida (Mateo 18:12-14), Jesús nos viene a decir que Dios, movido por su gran amor hacia los pequeños, los pobres, los excluidos… por un amor así de grande, es capaz de hacer la locura de dejar todo un rebaño y de ir a buscar la oveja descarriada, que puede ser cualquiera de nosotros.
 Nosotros debemos seguir creyendo en Él, aunque se rían de nosotros, seguiremos teniendo fe en el amor de Dios. Así como el Pastor deja el rebaño para ir en busca de la descarriada, Jesús abandona el lugar junto al Padre y viene al mundo de los hombres para salvarnos a cada uno de nosotros. No le fastidia un peso de amor, porque sabe que el  Padre puede hacer volver a una oveja vagabunda sin contristar a las que ha dejado, porque también ellas se alegran del regreso del pecador. Ese es el maravilloso misterio del amor de Dios.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Adviento: preparamos la venida del Señor


 
Johan Sebastian Bach (Jesús, Alegría de los hombres)

 Estamos en tiempo de Adviento, tiempo de expectación y de espera del nacimiento de Jesucristo: tiempo de preparación para la Navidad.
 La Iglesia nos alerta con cuatro semanas de anticipación para que nos preparemos a celebrar la Navidad, el nacimiento de Jesús y, a la vez, para que, con el recuerdo de la primera venida de Dios hecho hombre al mundo estemos muy atentos a estas otras venidas del Señor.
 Es el momento para ver cuales son las cosas que nos separan del Señor y quitarnos todo aquello que nos aleja de Él. Es por eso importante ir a las raíces mismas de nuestros actos, a los motivos que inspiran nuestras acciones.
 Así cuando llegue el día de Navidad, nuestra alma estará dispuesta para recibir a Jesús. Es necesario mantenernos en estado de vigilia para luchar contra el enemigo que siempre estará acechándonos para alejarnos del bien.
 Cada uno de nosotros, por tanto, especialmente en este Tiempo que nos prepara a la Navidad, puede preguntarse: yo, ¿qué espero? ¿A qué, en este momento de mi vida, está dirigido mi corazón? Y esta misma pregunta se puede plantear a nivel de familia, de comunidad, de nación. ¿Qué es lo que esperamos, juntos? ¿Qué une nuestras aspiraciones, qué las acomuna?
Hay una misteriosa correspondencia entre la espera de Dios y la de María, la criatura “llena de gracia”, totalmente transparente al designio de amor del Altísimo. Aprendamos de Ella, Mujer del Adviento, a gestionar los gestos cotidianos con un espíritu nuevo, con el sentimiento de una espera profunda, que solo la venida de Dios puede colmar.
(Palabras del Papa Benedicto XVI pronunciadas el domingo a mediodía, durante el rezo del Ángelus, el domingo 28 de noviembre de 2010 en la Plaza de San Pedro).