II
Igual que el deseo de escuchar impide oír y mirar en una dirección constriñe la visión de una totalidad, el joven aspirante a sabio, sin ajustar exactamente su campo auditivo, ni la amplitud visual, tampoco regulaba el alcance de su entendimiento, y enfrascado en su propia mente, se alejaba cada vez de cuanto tenía a su alrededor.
En una ocasión, se dio cuenta de que había estado dedicado tanto tiempo a investigar su imperio que se estaba haciendo viejo. Aunque de vez en cuando abandonaba su palabra durante meses, incluso años, siempre volvía a tomarla para continuar luchando contra ella.
Sin percatarse para nada de lo difícil que le estaba resultando descifrar su significado, siguió tiñéndola con sus imperiosas teorías magistrales y sistemáticas explicaciones que, durante mucho tiempo le impidieron llegar a descubrir su verdadero valor.