Leyendo a través

Auscultando el papel

Aparecen suavemente unos símbolos

Que dan cota a palabras pacíficas

Usadas en un indeterminado idioma.

Se representan planos generales

Atravesados por cauces inquietos

Que enlazan gradualmente

Un documento impreciso.

Al primer instante de luz

La lectura suena a instrumento

Desafinado. Los modelos de sustitución

No tienen relación con ningún aspecto real.

Pero poco a poco, estos elementos van

Constituyéndose en artísticos

Revelando perfectamente un conjunto

Turgente y apasionado a los sentidos.

Music


MusicPlaylistView Profile
Create a playlist at MixPod.com

viernes, 1 de abril de 2011

Otra vez Abril


Abril es la época del año que más me gusta. El tiempo es perfecto. Ni frío ni calor, si acaso esa ligera brisa que te hace acudir al abrigo de una chaqueta sobre los hombros. La versatilidad del clima te hace estar alerta ante ese inesperado chaparrón, que cae desprevenido y te empapa ensanchándote el alma bajo unos truenos que nos hacen recordar lo insignificantes que somos. Dice el refrán que “en Abril, dos horas de siesta es dormir”. Y es cierto. Al levantarme me voy a dar un paseo por el campo, cayendo la tarde, acompañada del silencio absoluto en el que oscilan lejanas las voces de las gentes del pueblo.
 Es como un baño de alivio al final de la jornada, ideal para recuperar el norte después del trasiego del día. Voy sumergida en mis pensamientos. También dice el refrán que “Abril es uno bueno entre mil”: otra verdad verdadera, ya se sabe que “lo bueno escasea”: Días de felicidad, ratos de esos en los que lloras de risa, noticias que te caen como un ramalazo, palabras de consuelo y sermones para espíritus dolientes que aún no se creen que valen más tal como son que amar un sueño, instantes que te hacen valorar la vida aún más si cabe. La fortuna de quienes traen al mundo una nueva vida, charlas familiares recordando pensamientos e historias de quienes más queremos y no están con nosotros.
 Y de regreso a casa, la satisfacción de volver a ver, como todos los días, a los más ancianos conversando en los bancos de la arboleda del parque, y de repente, ante ese atisbo de indulgencia y sabiduría en sus gestos, que sólo dan los años, pienso en mi padre que hoy cumple un año más de aliento y dedicación desinteresada y lloro, como si estuviera cortando cebolla, porque todavía no he sido capaz de comprender nada de la vida.
-Mamá, ¿qué hay para cenar?. La voz de mi hijo me golpea al cruzar la puerta de casa, como una bombilla que se enciende y me avisa de que ya es hora de despertar… que estoy aquí y estoy viva.
 Día a día saco fuerzas suficientes para luchar, no ya en lo físico, sino por lo mío, por lo que aprecio, para ser consecuente con lo que pienso, para ser fiel a unos principios propios y a unos ideales de vida que no serán únicos ni quizá los mejores, pero son los míos.
 No voy a seguir siendo un pez en este mundo continuamente a contracorriente conmigo misma porque es cansadísimo y es quimera. Es mejor la cabra que no es borrego y trepa y sube por los peñascos sin resbalarse, hasta con los ojos cerrados.