Leyendo a través

Auscultando el papel

Aparecen suavemente unos símbolos

Que dan cota a palabras pacíficas

Usadas en un indeterminado idioma.

Se representan planos generales

Atravesados por cauces inquietos

Que enlazan gradualmente

Un documento impreciso.

Al primer instante de luz

La lectura suena a instrumento

Desafinado. Los modelos de sustitución

No tienen relación con ningún aspecto real.

Pero poco a poco, estos elementos van

Constituyéndose en artísticos

Revelando perfectamente un conjunto

Turgente y apasionado a los sentidos.

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miércoles, 20 de enero de 2010

Ayuda desde la cumbre de los G-randes

“Todos los hombres son hermanos y ningún ser humano puede parecernos extraño” (Gan dhi).

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Parece como que si las naciones fueran más poderosas cuanto más preparadas están para la guerra, aunque esta vaya disfrazada de acción humanitaria. Los seres humanos usan las armas para defenderse de otros humanos en una lucha entre explotadores y explotados. Mientras exista la mentalidad del explotador y las distintas naciones sigan explotándose entre sí, no podrá haber un verdadero desarme ni se podrá dar un solo paso hacia la paz internacional.

Cualquier régimen económico que vaya contra la moralidad es un régimen inmoral. Un sistema económico que permite echar a un país sobre otro para enriquecerse a su consta es inmoral. Cualquier persona hambrienta tratará de acalmar su hambre incluso vendiendo su libertad, por unas migajas de pan.

La causa del caos actual es la explotación de los países débiles por los más fuertes. Si queremos ayudarles , sus verdaderos libertadores serán aquellos que les den los medios para obtener su propio pan. Así se les dará hambre de libertad. El resorte que mueve toda esta evolución filantrópica del envío de ayuda humanitaria a los países en conflicto, no es el de aliviarles sus fatigas, sino el ansia de ganar. El verdadero servicio al hombre debe ser el de permitirle ganarse el pan que necesita, el de la colaboración benévola y no a la fuerza de aquellos que son explotados. Un buen gobierno no debe sustituir al gobierno de sí mismo. Una democracia disciplinada es mejor que una democracia ignorante y supersticiosa que sólo puede acabar en el caos y la autodestrucción.

Cambiar lo que te rodea

A veces nos sentimos completamente acorralados, como si nos encontrásemos entre la espada y la pare. Los problemas, la rutina de vida, la situación general por la que atravesamos en un determinado momento, pueden llegar a abrumarnos de tal modo que no le veamos salida, a corto plazo, por ningún sitio. Hay quien se deja arrastrar por la situación como si se tratara del flujo normal de la vida y, sin darse cuenta, se resignará a ser mecido por estos vaivenes y los soportará desde la sumisión, como limitándose a sobrevivir día tras día.
Otras personas tratan de buscar una salida al dédalo en que se encuentran dispersando su energía en todas direcciones, buscando desesperadamente una puerta sin hallarla, intentando alcanzar una escotilla a la que no se llega, deseando ver la ráfaga de un rayo de luz en una habitación sin ventanas.
Aunque esta segunda situación es más caótica,si cabe, que la primera, también creo que es la que más valor precisa para salir victoriosos de ella. Basta con que no desistamos a mitad de la lucha para revolver a la resignación. Porque cuando uno se insta a resignarse sumisamente a los vapuleos de la vida, se estanca perpetuando la esclavitud de toda su persona para el resto de la vida.
Hay que luchar. Cuando se nos cierran todas las puertas, cuando se encasquillan todas las salidas, cuando todo a nuestro alrededor se vuelve oscuro y tenebroso: hay que luchar. Luchar es no esclavizarse, es perseguir una idea fija, es no renunciar a nuestro espacio, es saber decir no a la resignación, aunque haya que nadar contra corriente, aunque otros no nos comprendan, aunque nos quedemos solos, al final encontraremos alguien que colabore y alguien que nos apoye.
Conforme pase el tiempo, nos iremos dando cuenta de que se abre una rendija ante nosotros por donde veremos la salida como un rayo de luz, como un soplo nuevo que aireará nuestros pulmones, sentiremos que la mente se despeja y que poco a poco vamos pensando con más claridad. Entonces nos alegrará comprobar que seguimos estando íntegros, que somos el que éramos, que no hemos cambiado en nada, que hemos vencido aun siendo dueños de nuestra propia esencia. Y veremos también que en este recorrido lo que sí que hemos cambiado han sido todas aquellas cosas de nuestro entorno que nos aprisionaban: hemos derribado barreras levantadas a nuestro alrededor que nos impedían ver, y que hemos cortado estacas a las que estábamos atados y nos impedían movernos, y que hemos destapado palabras nuevas que estaban en nuestro interior y nunca habíamos usado para hablar.
Lo que nos obliga a resignarnos, en la mayoría de los casos, es el miedo a derribar la barrera de los prejuicios en la que desde pequeños, por una determinada educación impuesta, nos cobijaban para mantenernos sujetos. También el miedo a cortar la cadena que nos retiene al poste de una supuesta seguridad que nos da una actitud sumisa frente a los problemas. Y, así mismo el temor a ser criticados por expresar lo que sentimos, por pedir lo que necesitamos y por decir “no” a lo que verdaderamente nos disgusta hacer.
Con bastante frecuencia, la causa por la que nos venimos abajo está, sencillamente, en el conflicto que se desencadena entre una determinada situación que nos afecta de manera imprevista, y el temor de no poder compatibilizar nuestra aptitud ante esta nueva situación, con la del papel predispuesto que habíamos estado representando hasta entonces. Hay que saber romper los papeles a tiempo. Mejor aún: no hay por qué representar ningún papel. Somos como somos y estamos aquí para saborear las cosas que nos rodean con todos nuestros sentidos, sin que nos importe el qué dirán, sin que tengamos que escondernos de nada, sin ocultarnos de nadie. No es a los demás a quienes tenemos que complacer, sino a nosotros mismos, no es la vida de los demás la que debemos vivir, sino la nuestra. Pese a que los problemas nos acorralen, hay que asomarse fuera para respirar y comerse el mundo con los ojos.