Soy reacia a confesarlo, pero admito que llevo encontrándome de cara a la felicidad desde hace un tiempo. Mi pesimismo me lleva a desconfiar de estos generosos atisbos de positividad que, inesperadamente nos brinda el destino. También suelo negarme a admitir que estoy bien si no me aseguro primero de que voy a encontrarme mejor aún. Lo cual nunca sucede. Simplemente hay que poder ver que sí es muchísimo más cierto que los instantes intensos que sabemos efímeros, se saborean con más gozo. Como cuando tomamos un sorbito de sopa y pensamos en lo exquisita que está en ese preciso momento, sin preocuparnos del bocado que vendrá a continuación: hay que degustar lo que se tiene en el presente antes de irnos a lo que esté por venir.
Así que quiero dejar constancia de la benevolente racha de valiosos acontecimientos que azota mi espíritu, para regresar a ellos cuando los vientos me sean desfavorables y nunca silencie esta brillante idea de que el gozo en medio de la adversidad, es posible.